Las
alteraciones de la estructura del sueño y del ritmo circadiano del sueño y la
vigilia son procesos normales del envejecimiento. El sueño repercute en la memoria y en otras
funciones cognitivas, de modo que su alteración entraña un factor de
riesgo tanto para las demencias como la enfermedad de Alzheimer.
Los trastornos del sueño, presentes en el 30-45% de las personas con la
enfermedad de Alzheimer, ejercen un gran impacto tanto en la calidad de
vida de las personas afectadas como en la de sus cuidadores, conduciendo a menudo a una internalización temprana.
Las personas que sufren deterioro cognitivo
leve y las personas con la enfermedad de Alzheimer ven acentuados los cambios
en la estructura del sueño propios de la vejez natural. Este hecho se
explicaría por la degeneración de
las vías nerviosas que regulan los patrones del sueño y de la vigilia.
Así, a menudo, las personas con Alzheimer sufren insomnio, movimientos
periódicos, alteraciones respiratorias, trastornos del ritmo circadiano, somnolencia diurna excesiva o
trastorno conductual del sueño REM. Y, de hecho, numerosos estudios han
descrito la existencia de una correlación
entre los trastornos del sueño y la severidad de síntomas de la enfermedad de
Alzheimer tales como la agresividad, la depresión o la apatía.
ESTRATEGIAS PARA LA PERSONA CUIDADORA
- Mantenga una rutina regular para dormir.
- Llevar a cabo actividades relajantes al atardecer.
- Tener horas fijas para acostarse y levantarse, y no
variar esta pauta durante el fin de semana.
- Levantarle a la misma hora, aunque no se haya
dormido bien.
- Evitar que de cabezadas durante el día ya que esto
puede alterar el sueño en la noche siguiente.
- Realizar ejercicios de relajación que ayudarán a la persona enferma dormirse.
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